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Valoración del Proyecto de Innovación Docente

Una vez que hemos planteado los presupuestos teóricos a los que obedecen las aulas arqueológicas, así como la realidad de seis de ellas, se hace necesario valorarlas en la que creemos su justa medida; especialmente -y hay que señalarlo una vez más-, desde la perspectiva de su valor didáctico para nuestras asignaturas.

 

Es indudable que hay una serie de factores externos que condicionan el aula arqueológica en cuanto a la cantidad y calidad de la información que ofrece. El primero de esos factores es, indudablemente, la dotación económica que, nos consta, no ha sido igual para todas las aulas. Esa dotación puede influir no sólo en los materiales que se empleen, en su diversidad, en su número, etc., sino también en el tipo y tamaño de edificio destinado a albergar el aula. Otro factor importante es su antigüedad, aunque ésta, en ninguno de los casos, sea grande. Es lógico que las aulas más recientes se hayan beneficiado de las enseñanzas positivas y negativas de sus predecesoras, igual que, suponemos, las que estén en proyecto continuarán beneficiándose del mismo modo. Tampoco podemos olvidar un factor de capital importancia como es el humano: en concreto, el de las personas que se han ocupado en diseñar y crear el aula; independientemente de cualquier comparación, hay similitudes y diferencias evidentes de unas aulas a otras dependiendo de la empresa que recibiera la adjudicación; de hecho, la gran diferencia de concepción y ejecución que se aprecia entre algunas de ellas incita a dudar de si todas responden a una misma idea de lo que es el aula arqueológica. Otro aspecto cercano a éste es el de las personas encargadas de guiar al visitante por el aula y explicársela. Sin mencionar aspectos como puedan ser la simpatía o la amabilidad, que son muy relativos, se agradece que esa persona encargada demuestre los conocimientos suficientes y la capacidad de comunicarlos. Nuestra experiencia en este sentido ha sido satisfactoria, si bien nos hemos encontrado con algún caso en el que el responsable se limitaba a abrir el aula, cobrar la entrada y conectar el audiovisual. Aunque hemos de decir que se trata de un aula que hemos visitado, pero que no está entre las que hemos incluido en esta exposición.

 

Pues bien, estos factores externos, por más que puedan condicionar la experiencia de la visita al aula, hemos procurado aislarlos de nuestra valoración, limitándonos a juzgar lo que se ofrece.

 

Digamos, de entrada, que el balance crítico general es, siempre a nuestro juicio, positivo, aunque con matices. La iniciativa, en su conjunto, es de por sí loable, y hay que agradecer a las Instituciones (Junta de Castilla y León, Diputaciones, Ayuntamientos, etc.) su interés en divulgar el patrimonio cultural y en potenciar sus posibilidades didácticas. Ahora bien, todos sabemos que cuando concurren los conceptos de cultura y divulgación se corren graves peligros. De hecho, nos consta que desde instancias académicas se vienen lanzando críticas en este sentido. Nosotras consideramos que es tarea de todos conseguir que esta buena iniciativa no termine, en un plazo relativamente cercano, frustrada y desdeñada por la misma sociedad a la que se dirige. En ese todos incluimos a las Instituciones, a las Empresas que crearon el aula y que deben mantenerla, a los encargados de mostrarla, y, por supuesto, al visitante, especialmente cuando su visita está relacionada con la docencia de los contenidos del aula.

 

Los citados son todos elementos que cooperan a que el aula no caiga en el anquilosamiento y la rutina, y esa cooperación obedece a un esquema jerarquizado: es decir, la misma institución que ha puesto en marcha la iniciativa es la que debe mantenerla realizando el adecuado esfuerzo, sobre todo económico, claro está, que haga posible la más amplia difusión de estas aulas entre el público y estimule el mantenimiento correcto y la renovación por parte de la empresa encargada. Ésta, a su vez, deberá aprovechar ese apoyo para llevar a cabo nuevas iniciativas dictadas por la imaginación y el rigor científico a partes iguales que enriquezcan la oferta cultural del aula. Los encargados de mostrar ésta deben conseguir que la visita al aula sea un punto de partida para que el visitante continúe informándose, ya sea en el yacimiento próximo, en el museo, en los libros, etc. acerca de ese mundo antiguo al que el aula lo ha aproximado.

 

Y, por fin, el visitante, que es el elemento que a nosotras nos interesa, en especial el profesor de nuestras disciplinas con sus alumnos. A nuestro juicio, la visita a una de estas aulas es una actividad complementaria recomendable y semejante a algunas de las que se realizan en el centro de enseñanza como la proyección de diapositivas, películas, asistencia a una obra de teatro, la lectura de una novela histórica, la construcción de una maqueta, etc., y, por tanto, debe recibir el mismo tratamiento que estas actividades: es decir, requiere una tarea previa de trabajo e información en clase a cargo del profesor y del alumno. También en este caso el profesor funciona como intermediario entre su alumnado y la actividad a desarrollar. Por tanto, nosotras aconsejamos que el profesor realice en su tiempo libre una visita personal previa para conocer qué posibilidades docentes ofrece el aula y adecuarlas a esa tarea de preparación de la actividad. Esto servirá para saber también la información que el alumno va a recibir del encargado del aula, la participación que se le va a brindar en ella y, en el caso de algunas aulas, el material didáctico que se va a proporcionar.

 

Estas aulas arqueológicas sirven para ilustrar una serie de temas típicos de la cultura clásica en general, todos ellos englobados bajo el epígrafe común de la romanización de Hispania. Así, el elemento más activo de dicha romanización, como es el ejército, con todo lo referente a la vida militar: resistencia de la población indígena en Numancia, sometimiento de dicha población con las diferentes técnicas de asedio, la tipología del campamento y su configuración interna, la jerarquía militar, las partes del ejército, su táctica y estrategias, sus armas, la aparición de ciudades en torno al campamento, y en general su vida cotidiana en períodos tanto de guerra como de paz. Recordemos, en este sentido, las aulas de Numancia, Pisoraca y Petavonium.

 

Otro tema presente en el “curriculum” de la cultura clásica es la vida en la villa rustica: las partes de esa villa, con todas sus dependencias, los principales moradores, desde el dominus a los trabajadores eventuales, las diversas tareas realizadas, explotaciones agrícolas, ganaderas, artesanales, etc. en contraposición a la vida urbana de la domus, temas que desarrollan las aulas de Medinaceli y Aguilafuente. Y, en fin, el caso especial de las Médulas que desarrolla el tema monográfico de la explotación aurífera y que da a conocer los instrumentos de la actividad minera tanto para la prospección como para la extracción. Un elemento común a estos históricos lugares, presente en las aulas, es la red viaria, principal medio de difusión de la cultura romana todavía muy vigente.

 

Baste, en este sentido, un ejemplo de utilización didáctica: hemos visto cómo en el Aula de Pisoraca reciben al visitante las magníficas reproducciones de unos miliarios reales a tamaño natural. En ellos se ha grabado el texto correspondiente en el que figuran datos tales como el emperador que mandó, bien plantar el miliario, bien construir o reparar la vía en la que se ubica, el nombre de dicha vía, las ciudades que une, la distancia, etc. Pues bien, el profesor puede, en esa visita previa que hemos recomendado, llevarse copiado el texto de uno o más miliarios y trabajar con ellos en clase, de manera que el alumno, al iniciar la visita al Aula de Pisoraca, esté perfectamente informado de para qué servían y qué es lo que pone en esos grandes cilindros de piedra. Así en una misma actividad se pueden trabajar aspectos geográficos, históricos, lingüísticos, epigráficos, de pervivencia, etc. Es decir, que el esfuerzo imaginativo no corresponde únicamente a la empresa que monta el aula sino también al visitante profesor que es capaz de sacarle a los elementos de las aulas un partido didáctico que las dote de sentido, más allá de lo que puedan ofrecer en la mera visita guiada.

 

Llegados a este punto, nos gustaría hacer hincapié en la conveniencia de que el profesor lleve a cabo con los alumnos una adecuada lectura de textos clásicos referentes a todos estos elementos que pueden ilustrarse gracias a las aulas. Acabamos de comprobar cómo uno de los escasos elementos que en estas Aulas presenta texto latino da pie para llevar a cabo una experiencia didáctica bastante completa. Y es que no se debe olvidar, si el hombre actual es capaz de interpretar y reconstruir todo un mundo del que lo separan miles de años, ello es debido en gran parte a la existencia de textos en los que recabar la información necesaria. Y para ilustrar los temas a los que se dedican estas aulas contamos con un buen surtido de información literaria. Por ejemplo, junto a la profusa literatura de tema militar, los tratados de agronomía como el De agricultura de Catón, que enseñan cómo debía ser la villa ideal, las manifestaciones literarias que muestran dicha villa como espacio de recreo añorado desde la urbe (Horacio, Marcial), o, en otro orden, los mismos textos en los que Plinio describe la ruina montium, que los romanos aplicaron en la explotación de Las Médulas, o la literatura de itinerarios que recogen por escrito la red viaria que los romanos trazaron sobre el terreno de su imperio, como el llamado “Itinerario de Antonino”. Incluso, por qué no, manifestaciones literarias del mundo actual. Así, por ejemplo, en algún discreto lugar del aula de Petavonium, no sobraría la reproducción de alguna de las bellas composiciones que el poeta leonés Antonio Colinas ha dedicado a ese lugar.

 

Haciendo todo esto, el profesor podrá suplir, en cierta medida, la  ausencia de la filología de la que adolecen estas aulas, en las que como se ha podido apreciar en las fotografías falta mucho latín. Parece que queremos arrimar el ascua a nuestra sardina y la verdad es que es así.

Creemos que ninguna de ellas es suficiente para llenar un largo día de excursión. La mayoría se asocia a un yacimiento y en algunos casos a un museo; tal es el ejemplo del aula de Numancia que sirve de complemento ideal tanto para la visita al museo Numantino de Soria como al cercano yacimiento de Numancia. Cuando no es así, como el caso de Pisoraca, se la puede incluir en la ruta de las grandes villas romanas de Palencia. Evidentemente, la visita a estas aulas tiene sentido en el marco de una excursión más amplia que no tiene por qué incluir únicamente elementos del patrimonio hispano-romano. Por ejemplo, Petavonium, además de contar con su yacimiento correspondiente situado a tres kilómetros del aula y visitable, forma parte de la llamada ruta por los valles de Zamora -el de Vidriales, el del Órbigo y el del Eria-, que incluye visitas a dólmenes, castros, otras aulas arqueológicas referidas a éstos, etc.

 

Nuestra conclusión general es que estas aulas arqueológicas tal vez sean discutibles y mejorables en algunos aspectos, pero en modo alguno sobran. Estimamos que pueden ayudar a comprender y disfrutar las manifestaciones patrimoniales, pues permiten descubrir y explorar aspectos del pasado a un nivel básico pero capaz de incitar al visitante a ampliar sus conocimientos con la visión más científica que le proporcionará, por ejemplo, el museo. Las aulas también deben servir para subsanar la diferencia de percepción y actitud ante unos restos: mientras unos ven unas simples piedras, otros se imaginan unas termas o un peristilo. En definitiva, debemos considerar a las aulas como un medio, nunca como un fin.

 

Aunque dirigidas a todo el público en general, son los jóvenes alumnos los destinatarios a los que más pueden enriquecer intelectual o culturalmente. Es más, creemos que este tipo de visitante colectivo que se renueva constantemente en los centros de enseñanza es el que puede dotar a estas aulas de una continuidad por encima de las modas y del “signo” de cada tiempo. Si dentro de unos años vemos desmantelar alguna o todas estas aulas por carencia de visitas, es muy probable que el fracaso, como sucede tantas veces, haya sido de todos. Eso sí, creemos que no conviene que se abuse de la fórmula, que hay que estudiar y valorar con detenimiento las posibilidades de apertura de nuevas aulas, de manera que éstas y las existentes vayan aumentando a un tiempo su atractivo y su rigor. El peligro es que todos los pueblos de nuestra Castilla y nuestra León quieran tener su aula como tienen sus polideportivos, sus centros cívicos o sus museos etnográficos: ¿cuántos de estos últimos que se abrieron hace unos años al aire de una moda dictada muchas veces por mero e ingenuo localismo quedan vivos hoy? Lo vemos a diario en casi todos los ámbitos: una oferta, una operación que triunfa empieza a morir en el mismo momento en que se desborda y se repite a sí misma; es decir: en cuanto se vulgariza, termina hartando.

 

Nuestro objetivo ha sido mostrar estos espacios de presentación del patrimonio hispano-romano para someterlos a juicio. Hemos intentando en la segunda y tercera partes de la exposición hacerlo de la manera más aséptica, aunque no se nos oculta que en la manera en que se selecciona y muestra cualquier tipo de datos hay ya mucho de juicio personal. Esperamos haber interesado a quienes no conocieran estas aulas y haber refrescado la memoria o sugerido nuevos y diferentes puntos de vista a quienes ya la hubieran visitado.

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